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  • Lucía Aguilera Martínez

El estudio romantizado y la pasión del artista

No creo en el examen como prueba definitiva del sabio.


Lucía Aguilera Martínez

Madrid 23/01/2023

 

El estudiante moderno ha probado con los descansos, los paseos, el ejercicio, las siestas, el Pomodoro, los subrayadores, las tarjetas, los madrugones, las noches en vela... Y la última moda es la romantización del estudio.


El interés por la información retenida. Porque no creo en el examen como prueba definitiva del sabio. Creo que el verdadero sabio no lo necesita.

Consiste en la conversión de la actividad académica en deseable. Un rato agradable. No se trata de no tener motivación inicial o pasión por la asignatura, sino de prescindir de ese foco y centrarnos en la actividad. Té, café, luz cálida, fría, velas, sillas, sofás, cojines… lo necesario para desear estudiar.


Se trata de un sistema alternativo de motivación, centrado más en el proceso y su importancia que en el resultado. Y se me asemeja a una conversión en apasionado de la sabiduría. El interés por la información retenida. Porque no creo en el examen como prueba definitiva del sabio. Creo que el verdadero sabio no lo necesita.


Puedo ver la comparación de la validación académica con otros métodos de juicio a pasiones, como audiencias o profesionales del arte o la música. Es una prueba del nivel de perfección, la técnica y el resultado final intocable. Pero no creo que la autoestima apoyada en un 10/10 se pueda comparar con la satisfacción trascendental de la bailarina y el batería. Admito el debate y no tengo solución a la duda de si sus pasiones son comparables.


Ambos trabajos dejan huellas físicas y debo admitir que encuentro mística en ello. Podría verlo en los ojos rojos y la espalda molesta del estudiante, como lo veo y venero en los pies destrozados de la bailarina y las manos sangrantes del batería. Sin embargo, la naturaleza de la pasión parece dibujar la línea.


Si bien ya he admitido que tanto el arte como la sabiduría pueden ser juzgados, no todo estudiante tiene la pasión inicial, y si es forzada, como lo es por la romantización del estudio, a mis ojos pierde todo el respeto a tener por el artista incluso fracasado. O tal vez encuentro demasiado sacrificio en la pasión como para creer que disfrutar del estudio y saberse el tema, aunque sea a la perfección, es suficiente para convertirse en artista obsesionado.


O mi imagen de amante de la sabiduría se asemeja más a un hippie que a un opositor.


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