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  • Jaime Orellana Sanjuán

Especial Guerra de Ucrania (I)

Un 24 de febrero de 2022, las fuerzas armadas de la Federación de Rusia emprendieron su avance sobre el suelo ucraniano. Cerca de cumplirse un año desde el inicio del conflicto, a gran escala, entre Rusia y Ucrania, creemos que es de obligado cumplimiento recordar sus causas.


Jaime Orellana Sanjuán

Madrid 27/03/2023

 

Antecedentes


A pesar de que el conflicto tenga sus raíces en el antiquísimo Rus de Kiev, como federación de tribus eslavas orientales en la Edad Media, creemos que debemos remontarnos a hechos más actuales, que se gestaron a lo largo del siglo XX, en concreto, a la caída del Imperio de los zares rusos. Si bien sabemos, la revolución rusa y la consiguiente guerra civil rusa dio lugar a la fragmentación del imperio ruso, en una serie de Repúblicas Socialistas Federalistas Soviéticas, las cuales acabaron unificándose en un Estado federal conocido como la URSS.


La política migratoria dentro de la URSS fue muy activa, mucha población de origen ruso migró en grandes cantidades hacia otras repúblicas socialistas, debido al decrecimiento generalizado de la población tras la guerra civil y el aumento de la mortalidad sucedido en el contexto de proceso de industrialización, de colectivización de la tierra y la purga hacia los Kulaks (propietarios de tierras) emprendida por Stalin a comienzos de la década de 1930. En el Este y centro de la RSS de Ucrania, Kubán, la Ucrania amarilla y otras regiones de la URSS la hambruna afectó gravemente, dando lugar a una cifra de víctimas que oscila entre los 3 y 12 millones en total. Lo significativo es que hubo una notable reducción de la población de origen ucraniano por toda la URSS.


Lo cierto es que mucha población de origen ruso migró hacia estas zonas, para paliar la escasez demográfica. Esto nos explicaría por qué el Este de Ucrania y la cuenca del Mar de Azov tenga muchos habitantes de etnia y lengua rusa, en lugar de ucraniana. Lo cual nos lleva a pensar que este conflicto no solo tenga raíces geopolíticas o económicas, sino también culturales y sociales.


El inicio de la Perestroika y la disolución de la URSS agravó el problema étnico y cultural existente entre las dos partes de Ucrania.

El conflicto social parecía estar disimulado o silenciado por el ideario colectivo fomentado por la URSS, por el cual las aspiraciones nacionalistas de las repúblicas se mantendrían silenciadas. Aunque un ejemplo de esta confrontación puede observarse ante la fácil invasión de la Wehrmacht alemana en la Ucrania más occidental, la cual fue bien acogida por grupos nacionalistas y simpatizantes nazis, que aprovecharon para luchar frente a las tropas del ejército Rojo. La revancha soviética en la Segunda Guerra Mundial llevó a generar en esta parte más occidental un agudo sentimiento de rechazo hacia la Unión Soviética.


El inicio de la Perestroika y la disolución de la URSS, a finales del siglo XX, no solucionó la diferencia étnica y cultural entre las dos partes de Ucrania, sino que agravó el problema, tomándose como punto de partida las diferencias lingüísticas.


Las primeras crisis

La sociedad civil, impulsada por el europeísmo, el liberalismo y la corriente nacionalista opositora al gobierno de Ucrania, comenzó una serie de protestas y acontecimientos políticos entre 2004 y 2005, en lo que se conocerá como Revolución naranja. Las protestas giraban en torno a acusaciones de corrupción, intimidación de votantes y fraude electoral directo en las elecciones presidenciales. Un clima de tensión política que dejó quebrada social e ideológicamente al conjunto del pueblo ucraniano.


Llegados a 2008, el gobierno ucraniano comenzó a iniciar negociaciones para su incorporación a la UE, una situación que se verá complicada tres años más tarde, en las elecciones de 2010, con la victoria de Yanukóvich, miembro del Partido de las Regiones (prorruso). Su mandato quedaría distinguido por ciertas políticas de tintes autoritarios, con relación a la excarcelación de su rival política del partido Patria (nacionalistas) Yulia Timochenko, bajo la acusación de corrupción, malversación y abuso de poder; así como de fuertes acusaciones de corrupción.


Las negociaciones con la Unión Europea comenzaron a perder fuerza tras demandas de reformas políticas, así como por la presión económica ejercida por la Federación Rusa, el principal socio comercial de Ucrania. Finalmente suspendidas temporalmente las negociaciones hasta que la caída de la producción industrial y las relaciones del espacio CEI, fuesen compensadas por el mercado europeo, ya que, por lo contrario, la economía ucraniana sufriría graves daños.


El Euromaidán y el Antimaidán

El Euromaidán se superpondrá como eje político y social, por el cual las protestas originadas en la ciudad de Kiev, comenzarán a extenderse por el Oeste del país. En el mes de enero de 2014, una coalición de liberales proeuropeos, opositores vinculados a oligarcas y fuerzas nacionalistas extremistas, tomaron el control de varios ciudades en el oeste del país (Lviv, Uzghorod o Chernivitsi); mientras las protestas, a priori pacificas, se van radicalizando, tomándose por una serie de manifestantes con formación militar que se unirían en grupos armados llamados Formaciones de autodefensa, cargando barricadas y batallas campales.


El punto de mayor conflictividad llegó en febrero donde se contabilizaron medio centenar de manifestantes muertos en los enfrentamientos con los cuerpos de seguridad. Si bien el ejército estuvo a punto de intervenir en la represión de las protestas, se consiguió llegar a un acuerdo para pactar una solución política entre el gobierno y la oposición, mediante la mediación de la Unión Europea y algunos estados miembros como Alemania, Francia y Polonia. Esta solución versaría por unas elecciones anticipadas, a lo que los líderes del movimiento se negaron, provocando la caída del gobierno y la huida del mismo, conformándose uno nuevo provisional.


Paralelamente al Euromaidán sucedían protestas esporádicas que pretendían ser la antítesis de este movimiento. Peor, no fue hasta la caída del gobierno de Yanukovich y la suspensión de las lenguas regionales a finales de febrero de 2014 que un sucediese un estallido en las regiones del sur y sureste del país, especialmente en Sebastopol y Simferópol, las principales ciudades de la península de Crimea.


Crisis de Crimea

Así pues, debemos de dar cuenta del territorio de Crimea, un enclave gasístico reclamado por Rusia desde la disolución del bloque soviético. Si bien este territorio había pertenecido con anterioridad al imperio ruso y posterior república rusa, la historia nos revela que, tras la muerte de Stalin, Malenkov transfirió Crimea de la RSFS de Rusia a la RSS de Ucrania, en un proceso de reorganización de las posesiones de las repúblicas miembros, esto, no deja de lado que la población mayoritaria de esa zona tuviera como oficial la lengua rusa.


La Federación Rusa firmó el "Tratado de Acceso de la República de Crimea a Rusia", anexionándose así la península.

Por lo cual, llegados a finales de febrero, una serie de manifestaciones con banderas rusas, en contra del gobierno de Kiev se suceden con el establecimiento de una administración paralela y a la formación de unidades de autodefensa civiles. La tensión aumento cuando unas personas armadas sin identificar establecieron puntos de control en las fronteras de las dos grandes ciudades. Estos encapuchados serán conocidos como los “hombrecillos de verde”, reconocidos como tropas rusas que participaron en la anexión a Crimea. A lo que el 27 de febrero, unos cincuenta de estos soldados coaccionaron a los parlamentarios para elegir a un nuevo Primer Ministro de Crimea, que apenas tenía un 4% de los votos, y la aprobación de la celebración de un referéndum sobre el futuro de Crimea, el cual sería celebrado el 16 de marzo, bajo polémicas de falsa legitimidad.


Los resultados publicados por las autoridades prorrusas de Crimea indicarían que el 95.5% de los votantes habían respaldado la primera opción y tan solo tres días más tarde la Federación Rusa firmó el “Tratado de Acceso de la República de Crimea a Rusia” anexionándose así la península.


Años más tarde, el gobierno ucraniano de Zelenski promoverá en 2021 una estrategia de reintegración de la península de Crimea a Ucrania, bajo el nombre de “La Plataforma Internacional para la Desocupación de Crimea”, buscando apoyos en EE. UU. y la Unión Europea.


La revuelta en las regiones del Sur

Mientras lo sucedido en Crimea acaparaba las portadas internacionales, otras muchas revueltas y protestas contra el nuevo gobierno de Kiev se extendían por Donetsk y Luhansk, así como por el sur en 2014. Si bien estas no tenían a priori un fuerte contenido prorruso, acabaron teniéndolo.


Un punto de inflexión vendría cuando un grupo de manifestantes se hace con el control de la administración estatal regional de Donetsk, alzando la bandera rusa y proclamando un gobierno popular. Así incidentes parecidos en Odesa y Luhansk. La tensión aumentaría cuando un manifestante pro-Kiev muriese durante las manifestaciones, dinamitándose un sangriento enfrentamiento entre la facción prorrusa y la nacionalista ucraniana.


Las autoridades ucranianas trataron de impedir la escalada de violencia prohibiendo las cadenas rusas y realizando numerosos arrestos a líderes separatistas destacados. Pero no sirvieron de nada, cuando el 6 de abril de 2014 una serie de insurrecciones armadas contra el gobierno central, apoyadas por grupos paramilitares y milicias civiles, desatarían la cruenta guerra del Dombás.


La guerra quedaría resumida en las fricciones fronterizas, intentos de alto al fuego, la tragedia del vuelo MH17 con 298 muertos, una ofensiva ucraniana fracasada por una contraofensiva separatista y el fracaso del Protocolo de Minsk I [...], una segunda tregua fracasada devenida del Protocolo de Minsk II, el fin de la confederación Nueva Rusia y el enquistamiento del conflicto a pequeñas escaramuzas en tierra de nadie.

La guerra quedaría resumida en las fricciones fronterizas, intentos de alto al fuego, la tragedia del vuelo MH17 con 298 muertos, una ofensiva ucraniana fracasada por una contraofensiva separatista y el fracaso del Protocolo de Minsk I, una cruenta batalla por el Aeropuerto Internacional de Donetsk, unas dudosas elecciones generales en el Dombás, una segunda tregua fracasada devenida del Protocolo de Minsk II, el fin de la confederación Nueva Rusia (proyecto federal de las regiones separatistas del este y sur) y el enquistamiento del conflicto a pequeñas escaramuzas en tierra de nadie, sin contar con la mortífera Batalla de Avdíivka en 2017.


El detonante y el fracaso de la diplomacia

Una anquilosada guerra servirá como pretexto y casus belli para que la federación rusa se decidiese a lanzar una operación militar especial en el este de Ucrania el 24 de febrero de 2022.


En palabras de Putin, el jefe de Estado de la Federación rusa, la amenaza ucraniana no era segura para la integridad del pueblo ruso, por lo que se decide por desnazificar y desmilitarizar Ucrania, con el objetivo único de proteger a los habitantes de las autoproclamadas Republicas Populares de Donetsk y Luhansk, acusando al gobierno ucraniano de genocidio contra este sector poblacional del Este y apoyando el derecho de autodeterminación de los pueblos en Ucrania. Una sincera amenaza nuclear dirigida a quien quisiera entrar a jugar directamente en el conflicto serviría para ahuyentar, en un primer momento a las fuerzas de la OTAN.


Días antes de la invasión existía una tensión constante que ponía a duelo la capacidad diplomática actual. Las reuniones con los máximos dirigentes de la Federación rusa, así como los de Ucrania y otros líderes occidentales eran frecuentes; en un intento de frenar el temerario posicionamiento de las tropas rusas en la frontera ucraniana. Un clima que fue acelerado con las acusaciones bilaterales entre la OTAN y Rusia y las averiguaciones acerca de un plan de invasión por parte de la CIA, haciendo escalar el conflicto hasta un punto cercano al de la crisis de los misiles de Cuba.


Lejos de juzgar egos o comportamientos megalómanos de ciertos líderes, debemos atendernos a la realidad de una guerra civil, que por su enclave estratégico tiene consecuencias directas en la economía internacional. Lo que sí está claro es que la inoperancia de los tratados de Minsk y el fracaso de las negociaciones diplomáticas preguerra auspiciaron el estallido del conflicto al siguiente nivel. Las amenazas acerca de sanciones económicas de la Unión Europea y el llamamiento de la ONU y el Papado no sirvieron de nada para parar el desenfreno de la pólvora.

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