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  • Ignacio Peñarrocha Arconada

Diarrea con perspectiva de género

Actualizado: 18 feb 2023

No hay leyes del PSOE y leyes de Podemos. Las leyes son de todos los grupos parlamentarios que las votan y del Gobierno al completo que, colegiada y solidariamente, les da luz verde.


Ignacio Peñarrocha Arconada

Madrid 20/12/2022

 

La perspectiva de género lo impregna todo hoy en día: la legislación, el debate público, la criminología e incluso el urbanismo. Normal que haya llegado hasta la diarrea. Ángela Rodríguez, Secretaria de Estado de Igualdad, explicó en una entrevista que, como la gente como ella (sic) normalmente no está en el poder, tiene diarrea legislativa. No se podría definir mejor su producción legal ni su acción en el Gobierno, escatológicamente divisivas y profundamente deletéreas, ahora también en términos de seguridad ciudadana tras la excarcelación de múltiples violadores y pederastas.


En la pancarta se querían vivas, pero en el Gobierno quieren sobrevivir.

Irene Montero no es la única culpable de este desastre. No hay leyes del PSOE y leyes de Podemos. Las leyes son de todos los grupos parlamentarios que las votan y del Gobierno al completo que, colegiada y solidariamente, les da luz verde. En defensa del estropicio se ha dicho desde el Gobierno y sus terminales mediáticas una cosa, otra y después la contraria. Que no se podía saber, a pesar de las advertencias de la oposición y el CGPJ. Que los jueces, ¡y las juezas!, son machistas y casi disfrutan sádicamente al liberar criminales. Que el Convenio de Estambul obliga a fusionarlos delitos de agresión y abuso, aunque sea mentira. Y la última, que donde hay que poner el foco no es en el castigo penal sino en la reinserción. No decían lo mismo cuando lo de la manada. En la pancarta se querían vivas pero en el Gobierno quieren sobrevivir. Con todo, esto no es lo peor que pretenden hacer. El Ministerio de Igualdad trata de sacar adelante una nueva ley trans que los socialistas rechazaban por radical y antifeminista. El texto permitiría la autodeterminación de género vía cambio de nombre y sexo registral sin ningún informe médico, sin intervención de los padres en el caso de menores de entre 16 y 17 años, con su consentimiento en el caso de los de entre 14 y 16 y resolución judicial mediante en el caso de los niños de entre 12 y 14 años. Y todo esto, vetando comparecencias en su tramitación y limitando el debate sobre un asunto tan delicado para tantas personas.


Fuente: Cadena Ser
Cualquier enfoque alternativo al fármaco-quirúrgico se critica como "terapia de conversión", aunque no haya mayor conversión que la transformación radical del propio cuerpo.

El discurso trans está plagado de contradicciones, muchas de ellas explicadas por José Errasti y Marino Pérez Álvarez en Nadie nace en un cuerpo equivocado. El sexo no es binario, pero se transiciona de un sexo a otro. Hay que despatologizar a las personas trans, pero cualquier enfoque alternativo al fármaco-quirúrgico se critica como “terapia de conversión”, aunque no haya mayor conversión que la transformación radical del propio cuerpo. El género no importa, pero "ay del que se refiera a mí con los pronombres equivocados". Se promueve la autodeterminación del individuo y a la vez se le destroza, cancelando cualquier opinión disidente incluso entre las personas trans.


Lo que se presenta como una impugnación de los estereotipos de género en cierto modo los reafirma: si naces como chico pero te gustan las muñecas, según protocolos previstos por los poderes públicos habrá que seguir tu caso porque quizá eres un proto trans. El caso extremo, Irán: se persigue la homosexualidad pero se apoya el cambio de sexo. Y, por qué no decirlo, el movimiento queer en Europa colinda con una extrema izquierda originalmente antiamericana que, sin embargo, abraza entusiasmada toda esta americanada, igual que con Black Lives Matter. Ya les podía haber dado por el Motín del Té o los checks and balances.


Y siendo esto tan surrealista, ¿cómo es posible que hayamos llegado hasta aquí? Ahora, muchas feministas y aliados progresistas se rasgan las vestiduras, pero tienen gran responsabilidad en el origen de todo esto. Décadas cultivando el adanismo, el voluntarismo y la deconstrucción han hecho posible que hoy, lo revolucionario sea decir que los hombres son hombres y las mujeres son mujeres. Nuestro paisaje, el zeitgeist que nos rodea, es el de la autoridad cuestionada, la familia y las instituciones intermedias erosionadas y el non-judgmentalism como norma. Cierta progresía, además, es insaciable. En vez de disfrutar de sus éxitos, quieren avanzar hacia no se sabe dónde cueste lo que cueste. Casi nadie se oponía ya a los derechos de las personas trans, salvo algún tío o cuñado que te enviaba por WhatsApp que a ver por qué las cirugías de cambio de sexo las cubre la sanidad pública y no sus empastes. Pero tienen que seguir adelante aunque al final del camino haya un barranco. Por repartir las culpas de manera más justa, en el otro lado del espectro político y social también hay responsables. La soberanía individual de Stuart Mill y el foco siempre en la libertad negativa y no en la positiva causan estragos. No, no todas las decisiones libres son buenas para uno mismo. Por encima de géneros fluidos y opiniones gaseosas, la realidad se impone sólida como una roca. Que hayamos construido sociedades democráticas no quiere decir que nuestros parlamentos puedan modificar la naturaleza humana. Tenemos, sí, el derecho a la libertad de elección, pero ¿existe la libertad de ser, no ya como derecho sino como posibilidad? Por mucho que algunos lo deseen, no podemos emanciparnos de la realidad ni de la naturaleza. Y tampoco de la cultura, por cierto, que no es necesariamente arbitraria ni prescindible ni se puede construir fácilmente después de destruirla. Por muy autónomos que queramos ser, como apunta Gregorio Luri en su Imaginación conservadora, hasta la decisión de ser autónomo se toma en un contexto de heteronomía. No somos islas, ni podemos serlo.


Manolo en el bar con su carajillo contra una twittera con su tostada de aguacate, she/her, tan cool e inclusiva ella, o elle, o yo qué sé.

A estas corrientes ideológicas se suman intereses económicos. Vaginoplastias, faloplastias, mastectomías, feminizaciones faciales, hormonas, bloqueadores de pubertad… Un negocio, vamos. Dinero sucio a costa de decisiones a menudo irreversibles, pero no por ello exentas de arrepentimiento en muchos casos. Otra razón que explica el éxito de lo queer es el fenómeno de las ideas lujosas, explicado por Rob Henderson e importado a España por Miguel Ángel Quintana Paz. Antes, las clases altas desplegaban su estatus con bienes de lujo. Ahora que los iPhones se encuentran en todos los barrios, defender posiciones sofisticadas, no normativas, woke, es lo que marca la diferencia. Manolo en el bar con su carajillo contra una twittera con su tostada de aguacate, she/her, tan cool e inclusiva ella, o elle, o yo qué sé. Sumemos el rainbow washing de las grandes empresas y ya tenemos la guinda del pastel.


De un laberinto se sale por arriba. Hay que impugnar el concepto de género y cambiar el marco del debate. Las feministas, y sus seguidores en la derecha, repiten una y otra vez que la ideología trans busca el borrado de las mujeres. Que el PP no haya articulado un discurso propio y poderoso contra la ley trans, sino que se haya limitado a tomar prestado el de las terfs, no es demasiado sorprendente. Ni siquiera Vox termina de construir un relato fuerte e independiente. Pero no, lo trans no busca exactamente borrar a las mujeres, sino más bien clonarlas. Si borra algo, es lo masculino y a los hombres. Se suele hacer referencia a su misoginia, pero no a su misandria. Tanto el feminismo radical como el trans tienen en común su aversión a lo que llaman heteropatriarcado y a la biología, pero la verdad es la verdad. Podrá ser incómoda para unos, inoportuna para otros y ofensiva para los frágiles jarrones de porcelana de nuestra generación, pero no es ni moderada ni radical ni fascista ni heteropatriarcal. Simplemente es, y hay que decirla.


Los valientes deberán, como Sísifo, caminar cuesta arriba empujando una pesada roca.

Ni el centro bienqueda, ni la derechita big-business, ni las santurronas que han sustituido la corrección religiosa por la de género y la procesión por el 8-M -aunque allí las escupan-pueden liderar la alternativa. Los valientes deberán, como Sísifo, caminar cuesta arriba empujando una pesada roca. No será fácil decir verdades incómodas, negar ideas tan simpáticas como la libre autodeterminación o cuestionar dogmas hegemónicos entrela clase política, los medios de comunicación o la élite empresarial. La buena noticia es que los salmones anti-género son mayoría, aunque muchos no se atrevan a decirlo y otros aún no lo sepan. Solo hace falta ser valientes, levantar la bandera del sentido común y articular una alternativa sensata y poderosa, aunque solo sea para quedarnos un tiempo en la cima hasta caer en cualquier otro valle.

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