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  • Samuel García Durá

Susto o muerte

Ya tenemos los resultados de las elecciones y parece que el resumen es que todo cambia un poco para que todo se quede no igual, sino un poco peor de lo que ya estábamos.


Samuel García Durá

Madrid 25/07/2023

 

La suma del PP y el PSOE se sitúa en 258 escaños, constatando que la gran mayoría de los españoles todavía piensa que los experimentos, mejor con gaseosa. A Vox lo ha deshinchado el voto útil a un Feijóo que no ilusiona a los más cafeteros pero que era el único que podía derrotar a Sánchez. Yolanda ha consumado con éxito la metamorfosis; del morado al rosita, de coleta a melena, de destartalada camisa a cuadros a vestido blanco con vuelos y de incendiario ceño fruncido a empalagosa voz de catequista. Todo ello sin apenas perder escaños. De toda la sopa de letras que termina de conformar el arco parlamentario podemos decir, en resumen, que las opciones más hardcore (Junts y Bildu) salen mejor paradas que las más mainstream (ERC y PNV) y que seguirán teniendo la llave de la gobernabilidad.


De todo esto se desprende que el único llamado a formar gobierno es Pedro Sánchez con Yolanda Díaz de vicepresidente y con todo el rebaño de independentistas al que habrá de saciar convenientemente si pretende que le saquen las castañas del fuego. Todo esto si no vamos a elecciones de nuevo, que esa es otra, y con Pedro a los mandos lo único cierto es que nunca se sabe… Pero de esto hablamos más adelante.


Por lo pronto, tenemos por delante un par de interesantes semanas en las que el presidente tiene que aclararse para tener contento a PNV, Bildu, Esquerra y Junts. Dos binomios que lo van a poner especialmente difícil porque cada uno estará mirándo de reojo al de al lado, atento a pedir un poquito más de lo que pida el compañero de nacionalismo y así poder volver a casa con alguna manzana más en el cesto que poder enseñar a los votantes de cara a las autonómicas. ¿El resultado? Un Sánchez que se va a quedar con lo puesto argumentando desde el Congreso que estamos mejor que en 2017 mientras Rufián le deshace el nudo de la corbata para ponerla en Wallapop y Aitor Esteban desmonta los sillones azules para llevárselos a Euskadi. A todo esto, Abascal echará espuma por la boca mientras Feijóo se queda sin saber muy bien qué hacer y Yolanda Díaz asiente con esa sonrisa tan falsa que pone ella.


Si se consigue contentar a todo el mundo y empieza a caminar este Gobierno, el paisaje no es muy esperanzador: va a haber que pelear hasta el último voto con todo el mundo para cualquier cosa, y cuando, de vez en cuando, consiga salir algún borrador multicolor del Congreso, llegará al Senado (con mayoría absoluta del PP) para comerse un veto, quedarse un par de meses en el cajón y aprobarse cuando -quizá- ya no haga tanta falta o cuando los socios que la apoyaron lo hayan pensado mejor. Por no hablar de que con la mayoría de las CCAA gobernadas por el PP, los barones van a poner palitos en las ruedas a todo lo que puedan. Conociendo al presidente, se apoyará todavía más en el abuso del decreto-ley, insistiendo en el deterioro de la calidad democrática de nuestra labor legislativa.


Digamos adiós por 4 años más a las medidas de calado que hacen falta, a la renovación del órgano de gobierno de los jueces o a una reforma profunda de nuestro sistema de pensiones.


Despidámonos de un abordaje serio al problema demográfico, al de la deuda, al del desempleo o al de la baja productividad. Demos la bienvenida a 4 años más de crispación, de cansina e inútil oposición de la derecha, de vergonzosas concesiones a los nacionalistas y de una labor legislativa lenta, torpe y mediocre cuando no pseudoautoritaria y de usar y tirar.

A no ser… A no ser que el presidente vuelva a hacer un all in y vayamos a elecciones de nuevo. Nos encontraríamos ante un escenario tan imprevisible que todo lo que se pueda decir estaría bien cogido con pinzas, pero a mí se me ocurren algunas cosas. El resumen sería que todos suben la apuesta, sería una campaña todavía más tensa, más volcada en el sensacionalismo y menos en las propuestas. No se descarte que a Feijóo, que ya no puede hacer nada más para ganar, le entre la morriña, se vuelva a Galicia y se quede al frente del partido la señora de rojo sin fondo gris que aclaman en el balcón de Génova y a la que no le hacen ascos ninguno de los que ayer votaron al verde. Sería un todo o nada, o Ayuso como reina de la derecha o Sánchez acaudillando al arcoiris a su izquierda. Sería bastante épico, pero el posible resultado que arrojara esa contienda es casi tan desesperanzador como el que tenemos ahora, al que solo se le sumaría la opción de Ayuso como presidente del Gobierno, que no sé que es peor, susto o muerte.


Esas son las dos opciones, o gobierno de inanición o elecciones, que las carga el diablo. Porque claro, hace ya mucho tiempo que se descartó que, en un gesto de altura de Estado, pudiera el Sr. Feijóo ofrecerle la investidura al Sr. Sánchez, firmando un acuerdo de mínimos que dejara fuera a extremistas, catequistas y nacionalistas y que abordara algunos de los grandes problemas que tiene España. En no hacer esto último parece que es en lo único en lo que en algún momento todos nos pusimos de acuerdo.

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