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El rumbo del Sáhara Occidental

  • Jaime Orellana Sanjuán
  • 30 ene 2023
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 3 feb 2023

Wilaya de Dajla, un campamento de refugiados saharauis localizado en la provincia argelina de Tinduf, situada en la frontera más occidental del país, acoge estos días el XVI Congreso del Frente Polisario, en plena reanudación del conflicto con Marruecos.



Jaime Orellana Sanjuán

Madrid, 30/01/2023

El Movimiento de Liberación Nacional Saharaui se enfrenta a una reunión trascendental que propone poner un nuevo rumbo hacia la independencia total del Sahara Occidental, estallando el conflicto a un nivel superior.


Así lo detallaba Brahim Ghali, el reelegido Secretario General, cuando anunció que la principal prioridad del Frente Polisario debe ser

“Conseguir los medios materiales y humanos necesarios”

para reforzar al Ejército Popular de Liberación Saharaui, en una nueva oleada bélica, tras el “estancamiento del conflicto y la imposición de la ocupación y del bloqueo a la resolución”. Una promesa de hacer escalar la guerra hasta conseguir la independencia total del territorio, desmantelando el muro divisorio y dando por acabado el Pacto de Arreglo de 1991 propuesto por la ONU, que ya fue quebrantado por las tropas marroquíes en la llamada brecha de Guerguerat.


Este nuevo congreso no solo presenta un fin al cese de hostilidades, sino que también ha

reafirmado la candidatura de Brahim Ghali frente al crítico Bachir Mustafa Sayed, hermano del histórico líder saharaui. Además, se ha aprobado el informe de gestión financiero de la dirección y el plan de acción de los próximos tres años en el ámbito diplomático, de política interna y de política exterior.


De igual forma recoge su importancia debido a la nutrida presencia de delegaciones internacionales. No estamos ante una mera convención, sino ante un congreso que reúne a más de 2.000 congresistas saharauis, a delegaciones de Argelia, Mauritania, Sudáfrica, Uganda, Namibia, Angola, Venezuela, Cuba y delegaciones españolas con las presencias del Partido Popular, Izquierda Unida, Podemos y Esquerra Republicana, donde destaca la ausencia del PSOE, aliado histórico junto a asociaciones solidarias con la causa saharaui.


El secretario saliente prendía el ambiente de agradecimientos a Argelia por el apoyo económico y su solidaridad con el pueblo saharaui desplazado; asimismo, se volcaba en pro a mejorar las relaciones diplomáticas con Mauritania, que había sido parte contraria durante la Primera Guerra del Sahara Occidental.


Paralelamente, se han podido escuchar críticas hacia el ejecutivo español, por el vuelco que había tomado en la cuestión, tal y como lo refleja el portavoz de la mesa directiva al comunicar que espera la “rectificación” del gobierno y que este “asuma sus responsabilidades históricas”, especialmente desde el liderazgo europeo. El apoyo hacia la posible solución del reconocimiento del Sahara Occidental como un territorio autónomo dentro de Marruecos, se ha visto como una traición, como una forma de legalizar la ocupación, que se aleja de los parámetros formalizados por la ONU en 1970.


En todo caso, el nuevo plan de acción pone fin a la diplomacia cómoda, focalizándose en captar nuevos socios, a priori no tradicionales, con lo que se refiere a una posible entrada en el continente europeo. De igual forma, se pretende que la guerra abierta en 2020 se retome desde una lógica más activa, que no se reduzca al bombardeo de artillería en la frontera, o a la guerra de guerrillas; para ello se ha descrito la necesidad de una inversión militar creciente, que retome y revierta la inferioridad militar frente al reino alauí, ayudado por el reciente pacto con Tel-Aviv y su socio estadounidense.


De la misma manera que urge la necesidad de frenar la fuga de cerebros saharauis, esa

diáspora ocasionada por la servidumbre y las malas condiciones de los campos de refugiados que encontramos en la parte más oriental, pegada a la frontera con Mauritania, y dentro del muro levantado por Marruecos; pero también gestionada por el choque generacional y el empobrecimiento del crecimiento demográfico.


De este enclave nos queda claro que el pueblo saharaui debe enfrentarse a una serie de retos demográficos, sociales, políticos, diplomáticos y militares muy exigentes, que se pondrán a prueba cuando finalice el nombrado congreso. La estratégica brecha de Guerguerat en 2020 ha dado comienzo a una nueva aventura bélica, una ruptura de casi tres décadas de alto al fuego, que habían dejado al conflicto la sensación de irresoluble. El futuro del Sahara Occidental continuará atado a las armas y no a la diplomacia, un rumbo que sin duda estará determinado por unas relaciones internacionales muy degeneradas tras la Guerra de Ucrania.

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© Asociación de la Prensa de la Universidad Carlos III de Madrid

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