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  • Ciro Gutiérrez Hernández

En busca del "centro" perdido

Actualizado: 6 nov 2022


Ciro Gutiérrez Hernández*

Madrid 25/11/2021


Mucho tiempo lleva España acostándose temprano, rechazando y a la vez deseando, la idea de un centro verdadero, un espacio de encuentro en nuestra sociedad hoy día fragmentada, enfrentada y perdida. Nos encontramos en aguas pantanosas, lodos y arenas movedizas, que no nos permiten avanzar con la agilidad que anhelamos y necesitamos. Si nos remontamos al comienzo de nuestra joven e ilustre democracia, ¿podríamos encontrar acaso un resquicio, una pequeña chispa que prenda la idea del centro en España? Quizás lo más parecido fue aquella UCD de Adolfo Suárez con esa serenidad, responsabilidad y sentido de estado que poseía su ideal así como su discurso, lleno de ilusión y de esperanza, respaldado por un joven Juan Carlos I, a quien el pueblo vitoreaba y aplaudía (contrasta, incluso levanta pena con la situación actual de este). Sin embargo, la idea más parecida a un centro que hemos acariciado en esos días, fueron los primeros años de un joven Felipe González, quien arrasó en las urnas y condujo al país en un tiempo de verdadera incertidumbre (quizás similar a nuestros días) durante algo más de 14 años. Si nos adelantamos en el tiempo, las hipótesis de ideas de partidos como UPYD o C’s podrían asemejarse a un “centro” liberal, con buenas perspectivas de futuro; sin embargo estos proyectos han fracasado, bien sea por sus nefastos líderes, cegados por su arrogancia y codicia, o bien por la fuerza de las potencias tradicionales (PP/PSOE). Alguno podría pensar que los partidos "tradicionales" pueden llegar a abarcar ese centro. No sería erróneo este pensamiento ya que, dependiendo del ciclo, un partido u otro tiende a englobar ese espacio central, consiguiendo atrapar a esos votantes más indecisos o menos radicalizados en sus redes propagandísticas. Sin embargo, no es un proyecto de centro el que presentan tanto PP como PSOE, ya que se ve influenciado por los extremos situados a ambos lados. Y aquí quiero hacer una pausa y reflexión, ya que esto es esencial a la hora de entender muchos porqués. Vamos por partes: vivimos el primer gobierno de coalición de la historia (excesivo para algunos, insuficiente para otros) y esto influye directamente en la posibilidad de un PSOE más centrista. UP cohibe constantemente a un partido socialista que si tiende u orienta reformas o propuestas más centradas y menos agresivas o radicales, estos le tildan de blando y cobarde. Salta a la vista, que la situación en el espectro de la derecha es muy similar, por no decir calcada, a excepción de que ellos no gobiernan y están en la oposición. Si Vox no presionase al PP con el ganchillo de "derechita cobarde", quizás los populares podrían hacer una oposición más razonada, serena y responsable. Sin embargo elige la senda dura, dejando huérfanos a un gran número de votantes quienes ven con preocupación y temor el abismo que empieza a vislumbrarse entre los principales partidos del país. ¿Y ahora qué? Muchos de estos votantes confiaron en su día en el proyecto "liberal" y "centrista" del C's de Albert Rivera mirando cómo surgía un partido que convencía y representaba a un porcentaje de la población que veía con esperanza este proyecto. Todo patrañas y mentiras. El error estratégico por parte de Rivera desde la primera vuelta electoral del 28 A de 2019, ha conducido al partido a la radicalización y pérdida del Norte, efecto que no ha conseguido mitigar su actual líder, Inés Arrimadas, quien en un falso alarde de importancia y protagonismo, sube al estrado del congreso para escupir serrín por la boca y hundir aún más a su partido en la miseria y la derrota, electoralmente hablando. Los votantes que se consideran “de centro” siguen sin tener un faro guía, una linterna que marque el camino. Imposible que cualquiera de los dos principales partidos del país ocupen ese espacio por los motivos anteriormente expuestos.


Tampoco es una idea muy atractiva la formación de un nuevo partido que albergue este espacio e ideas, ya que la confianza hoy en día hacia los partidos ya existentes es muy baja o casi nula excluyendo a sus fieles militantes. Es por ello que la probabilidad de que se genere una mayor confianza hacia un nuevo partido es imposible. Sin embargo la idea del “centro” idílico sigue vigente y presente en muchos pensamientos. España, como nación y sociedad, necesita de la existencia de este espacio, ya que es nuestro país uno de los más polarizados y radicales de la Unión Europea (“La envidia de los españoles no es aspirar al coche de su vecino, sino que el vecino se quede sin su coche” Julio Camba). Bien sea por las heridas abiertas, vigentes hoy en día, que dejó la sangrienta y fratricida Guerra Civil así como los posteriores 40 años de dictadura. España tiende al desentendimiento frente a la razón, al conflicto frente al entendimiento, la guerra frente a la paz. Es por ello que necesita una red que evite su caída del trapecio, un alambre que una sus puentes, una costura que cosa la herida. El centro representa todos estos simbolismos. España sin centro es un país descosido, deshumanizado, incluso desesperado.


Quizás la solución esté en nosotros, los jóvenes: recogemos el testigo de varias generaciones que han sufrido lo inimaginable (nuestros abuelos), de otras que han vivido en la bonanza y la prosperidad (nuestros padres) y de las últimas, quienes han sufrido las consecuencias de las crisis consecutivas (1992, 2000, 2008, 2012, 2020) y que no acaban de levantar cabeza. Tenemos la responsabilidad de encontrar el encuentro, el entendimiento y el equilibrio que otros antes no pudieron o no quisieron hallar. Somos historia viva de la que será una de las mayores crisis en nuestra historia reciente y debemos estar a la altura del reto que se nos plantea. Un espacio de centro, plural, basado en el respeto y la comprensión es el camino a seguir. Aquellos que incendian nuestras mentes con ideas radicales, impositivas y excluyentes no tienen cabida en este nuevo modelo de sociedad que aspiramos a construir y debemos torearlos con inteligencia. Si bien he expresado mi negativa a un nuevo partido político, también la secundo frente a un movimiento social, ya que estos sólo consiguen lo mismo que los otros: beneficiar a unos pocos (sus líderes y correligionarios) que persiguen bajo falsas apariencias el cambio o el progreso. El problema entonces no son las ideas, sino las personas que las dirigen: parásitos que se aprovechan de un movimiento para satisfacer su propio bien sin atender al objetivo colectivo. Resulta paradójico entonces que un movimiento que represente a las personas no pueda ser dirigido por estas.

 

*Ciro Gutiérrez Hernández es, a fecha del artículo, estudiante del primer curso de Economía en la UC3M.

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