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  • Diego Estrada Suárez

Mitad roja y mitad azul

Ya no se vota al candidato en sí, sus propuestas o experiencia; ahora, los votantes valoran la pancarta que sujeta.


Diego Estrada Suárez

Madrid, 23/11/2022

 

Una vez pasada la resaca de las elecciones de medio mandato en EEUU y habiendo reposado los resultados, es preciso reflexionar acerca de lo sucedido para sacar conclusiones que nos ayuden a explicar el resultado, las implicaciones que pueden tener en las elecciones presidenciales de 2024 y cómo afecta a los dos partidos dominantes de la política estadounidense. Aunque los resultados no son definitivos al 100% y pueden variar, tenemos una imagen bastante nítida de estas midterms. El mapa que tenemos es el de un senado in extremis demócrata y una cámara de representantes roja, pero por menos de lo que se pensaba.

Lo que más llama la atención es la inexistente marea roja. Anunciada a bombo y platillo por los republicanos los días anteriores, esperaban tener un resultado más holgado y contundente del que han tenido. Donald Trump aseguraba “el carácter histórico de estas elecciones” y su propio hijo mayor colgaba antes del recuento una foto en sus redes sociales en la que pronosticaba esa ola roja republicana que nunca sucedió. Quizás animados por las encuestas o por la bajísima popularidad del presidente Biden, los republicanos daban por hecho su victoria en ambas cámaras y sólo esperaban a ver por cuánto era la goleada.


Esa ola roja quedó convertida en una marea inofensiva que se llevó por pocos escaños la cámara de representantes y perderá el senado. Deberían preguntarse por qué teniéndolo todo de cara no han sabido cuajar esa victoria esperada por todos, incluso desde filas adversarias. Si con la inflación desbocada, la popularidad de Biden por los suelos y la pérdida de poder adquisitivo no han sido capaces de ganar con firmeza a los demócratas, nadie sabe cuándo podrán hacerlo. Era una oportunidad de oro que han desaprovechado inexplicablemente, aunque con las declaraciones de sus dirigentes en estos días parece que no han aprendido la lección. Toca tiempo de análisis y debate interno para comprender por qué no se ha dado la ola roja que pronosticaban. La figura de Trump (cómo no) también es protagonista indiscutible en estas elecciones. Convertido en una especie de predicador, se ha dedicado desde que dejó la presidencia a declarar fieles y conversos, apoyando a los republicanos de su cuerda frente a sus antiguos rivales. Su influencia en el partido republicano sigue siendo indiscutible, logrando colocar a aliados en puestos muy importantes en estas elecciones. Aunque sus guerrilleros MAGA han ganado varias plazas importantes como Vance en Ohio o Mike Crapo en Idaho, han perdido también mucho con sonoras decepciones, sobre todo en el senado, donde han sido incapaces de ganar a los demócratas. Blake Masters, Laxaltu Öz han sido apoyados por el expresidente y han perdido, en contra de las encuestas. La figura de Trump es fuertemente divisiva y causa un efecto rebote indeseado, es amada y odiada casi a partes iguales.


El expresidente es capaz de movilizar a los suyos y a sus detractores convirtiendo los procesos electorales en ambientes irrespirables. Aunque muchos den por muerto o por acabado a Trump, no creo que esto sea así. Apoyado por las bases del partido republicano, sigue teniendo mucho poder para colocar candidatos afines. Muchos han perdido pero muchos otros han ganado, sobre todo en la cámara de representantes donde se ha logrado mantener una camarilla trumpista más radical que el propio Trump. Matt Gaetz, MTG o Lauren Boebert componen, entre otros, esta especie de frente miliciano del expresidente. Incluso ha ganado por tercera vez seguida el gobernador texano Greg Abott, el mismo que manda a los inmigrantes a Washington en camionetas como si de mercancía se tratara. El que piense que es el fin del trumpismo. está muy equivocado. Trump vive, la lucha sigue. Por último, nos tenemos que centrar en la carrera a gobernador en varios estados. Esta carrera a fondo nos dejó dos nombres propios, aunque con un sentido contrario: Kari Lake y Ron De Santis. La primera, era una apuesta por Trump por el estado de Arizona. La veterana periodista arrasó en las primarias con otros candidatos apoyados por el gobernador republicano saliente Doug Ducey. En un estado republicano desde tiempos de Kennedy, la trumpista Lake perdió por unas décimas la elección a gobernadora. Un batacazo mayúsculo teniendo en cuenta que contaba con la victoria según los estudios demoscópicos. Con la soberbia trumpista típica ya había declarado que iba a ganar el estado “al 100%”. La demócrata Katie Hobs ha asaltado un estado rojo hasta la médula, dando un duro golpe a los republicanos, sobre todo al ala trumpista, posiblemente el mayor batacazo de Trump en estas elecciones y un hito demócrata que el presidente Biden celebra como propio. En el otro lado de la moneda y directo desde Florida, viene el gran protagonista de las elecciones a gobernador. Ron de Santis es uno de los nombres propios de esta noche electoral al pulverizar a su adversario Charlie Crist con casi el 60% de los votos. El de Jaksonville ha logrado transformar a un estado históricamente demócrata en un baluarte republicano. Esto ha sido posible gracias al apoyo del que goza entre los hispanos, sector muy importante tanto a nivel estatal como nacional. Florida es refugio para miles de exiliados cubanos o hispanos en general que ven en De Santis todo lo que no tienen en la clase política de sus países.


De Santis es visto también por sus seguidores como un libertador, una especie de Quijote contemporáneo que defiende la libertad cueste lo que cueste, el espíritu de la nación estadounidense encarnada en una persona. Muestra de esta idea fue su gestión durante la pandemia: mientras en Washington o en el resto de los estados los negocios cerraban y había un confinamiento, en Florida fue todo distinto. De Santis impulsó medidas contra las mascarillas y la distancia social. Además, el confinamiento que impuso fue muy criticado por su escasa duración. Su política COVID se podría resumir en esta frase que les espetó a unos niños durante su visita en la preparatoria de Middleton: “es ridículo usar mascarilla, dejen el teatro del COVID”. Gracias a esta contundente victoria logra ser uno de los activos más valiosos del partido republicano, donde muchas voces apuntan a que se presentará en 2024 contra Trump. Muchos quieren ver al de Florida como un conservador moderado, aunque sus políticas apunten a todo lo contrario. Defensor de Trump, de moderado tiene lo mismo que de demócrata. Aunque su discurso sea en un tono suave y sosegado, como el de un monaguillo, su radicalidad es evidente. Se encuentra en el ala más a la derecha del GOP, asociado a la CPAC (asociación de acción política conservadora). Posiblemente no se presente en 2024 si Trump finalmente lo hace, puesto que no le interesa el cuerpo a cuerpo con el maestro que lo apoyó cuando era solo un simple congresista estatal. Mucho que perder y poco que ganar por parte del alumno aventajado del trumpismo.

El senado mantiene el mismo resultado que en el pasado y solo unos escaños se transfieren al partido republicano en la cámara de representantes, siguiendo la tradición de castigar en las midterms al partido del inquilino en la Casa Blanca.

En estas elecciones, el partido republicano ha sufrido los estragos de este frente de trincheras. Ya no se vota al candidato en sí, sus propuestas o experiencia; ahora los votantes valoran la pancarta que sujeta (azul o roja). El trasvase de escaños es mucho menor, con dos bloques bien definidos. Una mitad del país demócrata y la otra mitad republicana, donde el senado mantiene el mismo resultado que en el pasado y solo unos escaños se transfieren al partido republicano en la cámara de representantes, siguiendo la tradición de castigar en las midterms al partido del inquilino en la Casa Blanca.


Estas elecciones abren un nuevo escenario frentista y divisivo, fracturando a la población en dos mitades cada vez más irreconciliables. La génesis de este nuevo orden son los posibles candidatos de 2024 a las presidenciales: Trump y Biden, odiados a partes iguales por la otra mitad que no los apoya. La gran contienda será en 2024, donde, como en un reality, sólo puede quedar uno. Parece más que probable que se volverán a presentar los dos, ya que han expresado sus claras intenciones de hacerlo. Vivimos en un flashback constante. La continuación del asalto al Capitolio.

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